Indefenso frente a la radiación solar, el cabello sufre tanto por fuera como por dentro las agresiones del astro rey.
Este efecto causa estragos en los cabellos claros -menos protegidos de forma natural que los oscuros - y en los teñidos y los moldeados, más porosos.
- Máxima protección
Media hora antes de ir a la playa o a la piscina, aplica sobre el pelo un protector capilar con filtro solar.
Los hay para todo tipo de cabellos (seco, graso, coloreados, etc.) y en diversas texturas: sérums, aceites, geles, etc.
- Renueva la aplicación después de cada chapuzón -salvo si el producto es “waterproof”- o cada dos horas.
En la montaña, extrema la protección porque la radiación solar aumenta un 20% por cada 1.000 m de altitud.
- El cabello húmedo, más débil
Cada vez que salgas del agua, enjuágate el pelo bajo la ducha, elimina la humedad con una toalla y procura peinarlo con un cepillo o peine de púas anchas y separadas.
Hasta que no esté completamente seco, evita cubrirlo con sombreros o pañuelos, así como hacerte recogidos tirantes.
Elige un champú protector
En los meses de calor, conviene lavar el pelo con un champú para después del sol. Estos novedosos productos contienen activos que eliminan los restos de cloro y de sal del cabello, aparte de protegerlo con filtros ultravioleta.
Recuerda aclararlo con agua fría, un gesto que proporciona a tu cabello una impresionante inyección de brillo.
Un extra de hidratación
El paso siguiente es aplicar un acondicionador y, dos veces por semana, una mascarilla reparadora. Estos productos, además de suavizar la alterada superficie del cabello y reparar la fibra capilar dañada, crean una película protectora que refuerza el pelo frente a los efectos del sol y lo protege de los cambios bruscos de temperatura.
- El calor y la humedad estimulan la actividad reproductora de las células, incluidas las del folículo piloso, lo que hace que el pelo crezca más deprisa.
- El agua del mar beneficia el cuero cabelludo